Casi siempre cuando comienzas de esa forma, en silencio, me doy cuenta de que el juego empezó. Nuestro juego. Ese que va entre palabras, suspiros, gritos y repeticiones. A veces te adelantas, pero yo odio perder, así que te sigo de cerca, buscando una oportunidad de liderar usando todo lo que puedo como una distracción. Tengo que ser cuidadosa, y cada vez más, porque has aprendido de memoria mis estrategias. Encuentras la vía para desestabilizarme y la sigues, y cambias de ruta cada vez que puedes. Sabes que cualquier camino que tomes servirá. En cambio, yo tengo que pensarlo dos veces y pisar con cuidado. Parece que mueves cada ficha en el tablero bastante al azar, pero para mi que estas planeando bien cada jugada. A ti tampoco te gusta perder. Y cuando por fin parece que se acerca el fin del juego, cuando estoy bastante cerca, cuando estoy segura de tener la victoria en mis manos, entonces encuentras una falla en mi defensa, y por supuesto que la aprovechas. Haces que me tambalee. Tu, que siempre sabes con excelente precisión lo que realmente quiero, y yo, que no me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración hasta que termina.
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